‘Amor en Hiroshima’
11,00€ – 33,00€
Lámina artística sobre papel japonés hecho a mano.
En el proceso de creación se utilizan fibras y elementos naturales, sin la presencia de ácidos ni blanqueadores.
Los pigmentos utilizados, mediante el proceso de giclée, son perdurables y de calidad archivística.
Aunque la lámina puede ser enmarcada, quizá como mejor se disfruta de la apariencia y textura del papel japonés sea colgado a modo de pergamino. Pudiendo, así, apreciar sus virtudes no sólo a través de la vista, sino también mediante el tacto y el oído.. ¡e incluso el olfato!
En este enlace encontraréis ‘Varillas de pergamino’ a medida, creadas a mano utilizando madera de Paulownia y auténtico Kakeo japonés —cordel para colgar pergaminos—:
setsuko-monogatari.com/es/hiroshima/varillas-de-pergamino
Al tratarse de un papel artesanal translúcido, se recomienda colgar la lámina con un fondo de pared blanca, para así resaltar la luz de la Estación y la del propio papel. Si la pared fuera oscura, es recomendable colocar una lámina blanca justo detrás de la Estación.
En esta Estación..
KŌGEI: ‘Ikkokusai Takamorie’ —artesanía de madera lacada—, ‘Bingo Kasuri’ —tejido de patrones sencillos y atemporales—, ‘Kumano Fude’ —pinceles de pintura, escritura y maquillaje—, ‘Togouchi Hikimono’ —artículos de madera creados mediante torno— y ‘Koto’ —instrumento nacional de Japón—
SÍMBOLOS: ‘Tomonoura’ —puerto de la ciudad de Fukuyama— y Granito de Hiroshima (roca de la prefectura)
Estación fundada en..
En algunas ocasiones, no es necesario haber viajado a Japón para sentir que has estado allí. Esa sensación la podemos encontrar leyendo su literatura, contemplando su arte o aprendiendo su lengua.
En el caso de su música, existe un instrumento que tiene el poder de transportarte a la tierra del Sol naciente en un instante, no sólo a través del espacio, sino también del tiempo.
El Koto, entre su tabla y su caja armónica de paulownia, y a lo largo de sus cuerdas de seda, alberga una intrincada historia de más de 1.300 años de antigüedad.
Tan solo observando sus materiales, ya podemos descubrir en él profundas capas de trascendencia histórica.
La madera de paulownia ha tenido connotaciones auspiciosas en Japón desde tiempos remotos. En el nacimiento de una hija, era costumbre plantar un árbol de Paulownia en el hogar, el cual maduraría al mismo tiempo que lo hacía ella. Y cuando la hija alcanzara la madurez, sus padres le presentarían, en el día de su boda, un arca hecha con la madera de aquél mismo árbol.
Por su parte, la importancia de la Ruta de la Seda como principal conducto para el intercambio cultural entre el Este y el Oeste, nos mostraría el inconmensurable valor que este material poseía en el mundo antiguo.
Pero el simbolismo de este instrumento aún adquiriría un significado más singular, incluso sobrenatural, con su propio cuerpo. Durante siglos, el Koto fue asociado en el imaginario de la gente con la figura del dragón. Su caja armónica representaba el cuerpo de uno, cubierto de escamas de madera, mientras que su extremo elevado, era su cabeza. Y así, cada parte del instrumento encontraría su equivalencia en el cuerpo de este ser mitológico: desde su estómago y ombligo, pasando por manos, piernas y cola, hasta llegar a sus labios, ojos y cuernos.
El dragón tiene una inmensa relevancia en la cultura japonesa y, desde tiempos antiguos, ha estado vinculado a la entereza, a la buena suerte y a fenómenos naturales como la lluvia. Por lo cual, no es de extrañar que también alcanzara otras esferas de dicha cultura, como es el caso del arte y de la poesía.
A diferencia de otras culturas, en el folklore japonés, el dragón no se encuentra asociado al fuego, sino al agua. Por ello, los puentes movibles que conformaban el Koto, no sólo equivaldrían a su espina dorsal, sino que darían lugar a nuevas interpretaciones artísticas.
La icónica escena de una bandada de gansos salvajes surcando un lago, de regreso a su hogar, inspiraría la mente de artistas y poetas, que los harían volar por encima del lomo marino de este dragón de 13 cuerdas. Tal como la música vuela hacia nuestros oídos.
La práctica del Koto, desde sus orígenes en el período cortesano hasta nuestros días, no sólo ha constituido la base de una tradición musical milenaria.
La importancia de la convención social y la etiqueta, el sentimiento de pertenencia a un grupo, el respeto al pasado. Valores, todos ellos, que se han transmitido durante siglos, actuando como elementos cohesionadores de la sociedad japonesa.
Es por ello que, hoy en día, podemos observar una dicotomía cultural entre su mundo como intérpretes, y sus vidas fuera de dicha sociedad tradicional. Una percepción sensorial parecida a caminar entre dos mundos: el mundo que podemos ver con nuestros ojos, y el que no.
Asimismo, un hecho aislado en la historia daría lugar a la introducción en ese mundo de un grupo social en concreto, el cual predominaría en su práctica durante siglos: los músicos invidentes masculinos. La historia cuenta que la repentina ceguera del hijo de un emperador, durante el período Heian, tendría como consecuencia que todos los músicos de una tradición concreta, desde aquel momento, deberían también serlo.
Y así, siglos después, durante el período Edo, los intérpretes ciegos serían los responsables de la popularización del Koto, cuya práctica había estado reservada a la aristocracia desde tiempos lejanos. Pero su presencia, centralizaría, a su vez, el día a día de este instrumento, excluyendo de su práctica a mujeres y a hombres videntes.
Aun así, la difusión de tal cautivadora esfera que rodeaba al Koto, atrajo a la clase guerrera Samurái. Quienes consideraron apropiado que sus hijas aprendieran a interpretarlo, como signo de refinamiento social.
E, irónicamente, esas mismas mujeres que habían estado excluidas de su práctica durante siglos, lograrían, como en tantos otros campos, la supervivencia de este instrumento durante los tumultuosos cambios sociales que experimentaría el país. Y su figura, de la mano de poetas y artistas, quedaría eternamente asociada al Koto en el imaginario colectivo. Como símbolo de un Japón tradicional, de un pasado nostálgico, quizá incluso idealizado, de una época anterior.
Fukuyama es la ciudad conocida por ser el principal productor de Koto a nivel nacional. Y fue en la primavera de uno de sus distritos, donde la visión del mar desde el puerto de Tomonoura, inspiraría una de las canciones más hermosas que jamás se han compuesto.
Un torrente de emociones pueden ser expresadas a través del Koto, tan diversas y, a la vez, tan consustanciales del ser humano. Y es que, la creación de composiciones tan bellas por parte de personas invidentes, nos mostraría que, en algunas ocasiones, no son necesarios los ojos para poder ver el corazón de las cosas.